e El instante Preciso, el Instante Precioso 

Lo realmente importante tiene especial querencia por presentarse de forma efímera. Es un chasquido. Un instante. Esa gota que resbala por el cristal los días de lluvia y lo hace, pareciera, para representar ese espectáculo únicamente ante ti. El único requisito es tu mirada. Unos ojos sedientos de belleza, capaces de maravillarse ante lo pequeño.
Un acto cotidiano: el riego. 
Las partículas empiezan su baile aprovechando los focos naturales que le brinda el sol abriéndose paso por la ventana. Es el momento álgido de la función. Se avecina el desenlace. Una gota lánguida pero robusta se lanza por el tobogán verde de la hoja que fue su casa hasta hace un momento. 
Quiere volar pero está condenada a viajar siempre con el cuerpo pegado a una superficie deslizante. Una garganta que la busca con ansia, la brizna de hierba que está a punto de secarse, el medicamento que precisa mezclarse para sanar y vencer a una bacteria. Una vida versátil.
La gota decide empezar de nuevo su ciclo y finalmente vuelve, esta vez brillante, a su hábitat natural. Se resbala entre los nervios de la hoja, se desintegra y nutre cada poro por el que encuentra una fisura. 
El agua siempre encuentra paso y si no, lo abre. Los instantes preciosos son de la misma naturaleza que el agua, suceden continuamente. Sólo necesitan atención y capacidad de asombro. La que posibilita que ante la maravilla, se nos corte la palabra en la boca y exclamemos:¡ PRECI-O-SO!